sábado, 30 de enero de 2010

La familia ante la enfermedad crónica de uno de sus miembros / Grupo espondilitis.eu


Para atender bien hay que estar bien

No hay domingos ni festivos. No hay descanso para quien ha asumido la responsabilidad del cuidado de un familiar en estado grave y crónico (ejemplos no faltan: sida, cáncer, Alzheimer, patologías psiquiátricas graves, ...) por mucho que haya momentos en que otras personas la sustituyan en esta absorbente tarea.

La actividad se mantiene siempre presente en el pensamiento del cuidador, y puede acabar convirtiéndose en una obsesión. El principal problema afecta al paciente, pero también quienes los atienden día y noche sufren las consecuencias de una enfermedad grave o incurable.

Es una situación que sobreviene y a la que la familia hará frente. Y, al final, el tiempo, las relaciones domésticas y sociales, el ocio, la emotividad personal y la vida entera del asistente, girarán en torno a las necesidades que plantea ese ese padre, madre, hermano o amigo que se han convertido en el centro de su rutina. El auxiliador, por mucho que se provea de abnegación, compasión humana y dedicación al enfermo, puede terminar sintiéndose asfixiado y atrapado por sentimientos difícilmente controlables. Entre ellos, la frustración de un esfuerzo aparentemente baldío: el enfermo no mejora o incluso su salud se deteriora.

La conciencia de que se recorre un camino sin retorno y la constatación de la desesperanza del paciente convierten a la situación en una travesía erizada de dificultades, y, en algunos casos, carente de estímulos. A este escenario emocional hay que añadirle el cansancio físico que supone la multiplicidad de papeles en que se desdobla el cuidador, para seguir atendiendo -además de los constantes requerimientos del enfermo- las tareas de su vida cotidiana.

Si al finalizar el día (nunca se sabe si el trabajo acabará a medianoche o si habrá que levantarse en plena madrugada) se le preguntara al asistente cómo se encuentra, la respuesta más probable será: "cansada, muy cansada, prefiero no pensar, lo que me gustaría es dormir" (estas tareas, entre nosotros, normalmente la desempeñan las mujeres; de ahí, el femenino).

Cuando la situación se prolonga meses o años, o se hace impredecible su fin, puede generar desajustes y tensiones familiares. Es un panorama estresante, y conviene tanto no dejarse llevar por la emotividad que suscita el contacto permanente con el enfermo como no caer en una total dedicación, física y mental, al paciente.

El objetivo es doble: que no caiga el cuidador víctima de enfermedades o depresiones, y que mantenga sus fuerzas en equilibrio, cara a ser más eficaz en la atención al ser querido, que tanto requiere de nosotros en la última fase de su vida.

Una situación nueva y desconocida.

Lo primero es el realismo. No podemos partir del "yo puedo con todo", sea cual sea nuestro carácter o el esfuerzo y las horas a invertir. No nos creamos imprescindibles ni pensemos que sin nuestra colaboración el desenlace será inminente o en más dolorosas circunstancias. "Ellos no saben hacerlo y le hacen daño" o " conmigo está más tranquilo y se siente más seguro" o "lo que él quiere es estar conmigo, porque se sabe más atendido" son planteamientos poco prácticos. El cuidador, con su dedicación exclusiva y absorbente, no conseguirá sino agotarse y frustrarse. No podrá impedir que haya momentos en los que el enfermo sufra o en los que incluso le tiranice. Además, esta postura radical causa sentimientos de culpabilidad, cuando el asistente tiene que recurrir a la ayuda de otras personas.

Tampoco debe caerse en el victimismo del "no puedo más, si esto sigue así, me lleva a mí por delante, estoy destrozada de los nervios", sin hacer nada por solucionar problemas que empiezan a hacer un daño serio al cuidador.

Seamos sinceros y realistas.

Permitámonos sentir el miedo a la muerte, pero no consintamos en que nos bloquee o paralice. La asunción de la muerte sirve para ayudarnos a ser cautos, responsables y amantes de nuestras vidas.

El enfermo nos recuerda cada minuto que la vida tiene un fin, y que es ineludible. Si aprendemos a convivir con nuestro miedo y hablamos de la muerte con naturalidad daremos salida a esa incomodidad que propicia tensión y rigidez a la hora de pasar nuestros días con enfermos crónicos graves.

Ante la tristeza, serenidad.

Instalarse en la negatividad, en la desesperanza, cuando se cuida a diario a uno de estos enfermos, es cosa fácil, casi natural. Lo apropiado es mirar con serenidad esa etapa, que tiene tres vertientes: la del propio cuidador, la de su familia y la de la persona a quien se ha decidido asistir. Para que nuestras fuerzas resulten eficaces y atendamos satisfactoriamente al enfermo, el ánimo del cuidador tiene que ser positivo, porque de él y de su serenidad a la hora de tomar las decisiones que se vayan planteando en la relación con el paciente, depende que nos sintamos en paz con nosotros mismos respecto al propósito adquirido: que la convivencia disfrute de un clima de comunicación.

Y que, dado lo irreversible de la enfermedad, tanta dedicación tenga su lado positivo: el estrechamiento de los lazos de solidaridad familiar. Y, por supuesto, que la ayuda al enfermo sea un auténtico acompañamiento en lo que se prevé sea su recta final. El cuidador debe ayudarse a sí mismo a sentir la ilusión por vivir, cada instante de su vida. Así podrá transmitir alegría y serenidad al enfermo. No deben faltar hacia este palabras amorosas, besos y caricias: llenarán el recuerdo de nuestro comportamiento con esa persona enferma.

Cómo ayudar al enfermo sin destruirnos.

Puede ser útil que recordemos algunas pautas que ayudan al cuidador de un enfermo grave crónico o incurable a mantener un buen equilibrio físico-emocional :

Distribuir el tiempo: todos los días (al margen de la labor de asistencia al enfermo) dispongamos de un rato para nosotras mismas y otro para la convivencia familiar o social.

Dedicar, más que nunca, tiempo y mimo a nuestra pareja e hijos.

El mundo y la vida, siguen. Procuremos mantener las relaciones con los amigos, aunque tengamos que espaciarlas. El teléfono también sirve.

Pasear o hacer ejercicio, al menos durante media hora al día.

Acudir cada cierto tiempo a espectáculos (teatro, cine, música), museos, ...

Contratar la ayuda de profesionales, para que, al menos cada cierto tiempo, pasen la noche con el enfermo. O pedir ayuda a familiares o amistades, para que nos reemplacen.

No descuidar la alimentación ni el descanso. Cansados o tristes no haremos bien nuestro trabajo. El enfermo lo notará. Necesita ayuda, pero también conversación y buenas vibraciones.

El enfermo además de cuidados básicos - alimentación, limpieza y medicalización- precisa tranquilidad y mucho afecto. Le ofreceremos nuestras palabras tranquilas y de acompañamiento. Y, junto a ellas, caricias y besos, exponentes de nuestra cercanía y amor.

Mantendremos una buena condición física y emocional. Nuestra vida ha sufrido cambios, pero sigo siendo protagonista de ella: intento que se trastoquen lo menos posible mi trabajo, aficiones, cuidados y relaciones con las personas queridas.

Fuente: revista.consumer.es


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viernes, 29 de enero de 2010

Vivir con una enfermedad de larga duración / Grupo espondilitis.eu


Plantea nuevos retos a una persona. Aprender a afrontar esos retos es un proceso largo — no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Pero entender lo que te ocurre y participar activamente en el cuidado de tu salud te ayudarán a afrontar esos retos. Mucha gente descubre que el hecho de adoptar un papel activo en el tratamiento de un problema de salud crónico le ayuda a sentirse más fuerte y más preparada para enfrentarse a muchas dificultades y pruebas que les depara la vida.

¿Qué es una enfermedad crónica?

Hay dos tipos de enfermedades: agudas y crónicas. Las enfermedades agudas (como un catarro o una gripe) suelen durar relativamente poco. Sin embargo, las enfermedades crónicas son problemas de salud de larga duración (la palabra "crónico" proviene del término griego chronos, que significa tiempo).

El hecho de padecer un trastorno crónico no implica necesariamente tener una enfermedad grave o que puede poner en peligro la vida de una persona — aunque algunas enfermedades crónicas, como el cáncer y el SIDA, lo pueden hacer. Las enfermedades crónicas también incluyen trastornos como el asma, la artritis y la diabetes. A pesar de que los síntomas de una enfermedad crónica pueden desaparecer con los cuidados médicos, generalmente la persona sigue padeciendo la enfermedad subyacente — aunque los tratamientos que recibe pueden implicar que se sienta sano y se encuentre bien gran parte del tiempo.

Cada enfermedad crónica tiene sus propios síntomas, tratamiento y evolución. Exceptuando el hecho de que son relativamente duraderas, las distintas enfermedades crónicas no se parecen necesariamente entre sí en otros aspectos. La mayoría de las personas que padecen enfermedades crónicas no piensan en ellas mismas como en un "enfermo crónico", sino como en alguien que padece un trastorno específico — como el asma, la artritis, la diabetes, el lupus, la anemia falciforme, la hemofilia, la leucemia o la enfermedad concreta que tengan.

Si padeces una enfermedad crónica, es posible que no sólo te afecte físicamente, sino también emocional, social y a veces, incluso, económicamente. La forma en que a una persona le afecta una enfermedad crónica depende de la enfermedad particular que tiene y cómo repercute sobre su cuerpo, la gravedad de la enfermedad y el tipo de tratamientos que requiere. Aceptar y adaptarse a la realidad de padecer una enfermedad crónica requiere tiempo, pero los jóvenes que están dispuestos a aprender cosas sobre su enfermedad, a buscar y aceptar el apoyo de los demás y a participar activamente en el cuidado de su salud generalmente superan con éxito el proceso de afrontamiento.

Fuente: kidshealth.org

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Sobrellevando una enfermedad crónica. / Grupo espondilitis.eu

Tener una enfermedad a largo plazo, o crónica, puede afectar su vida de muchas maneras. Puede sentirse frecuentemente cansado y con dolor.

La enfermedad puede alterar su apariencia o sus habilidades físicas, así como su independencia. Es posible que no pueda trabajar, lo que puede ocasionarle problemas financieros. Para los niños, las enfermedades crónicas pueden ser atemorizantes, ya que a veces no entienden por qué les ocurre a ellos.

Estos cambios pueden causar estrés, ansiedad y enojo. Si así le sucede, es importante buscar ayuda. Un consejero capacitado puede ayudarlo a desarrollar estrategias para recuperar la sensación de control.

Los grupos de apoyo también pueden serle de ayuda. Descubrirá que no está solo y podrá enterarse de nuevos consejos para aprender a lidiar con la enfermedad.

Fuente: www.nlm.nih.gov

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viernes, 22 de enero de 2010

Espondilitis Anquilosante o Anquilopoyética, Asuntos Relacionados con el Trabajo. / Grupo espondilitis.eu


Mantener una postura correcta durante el trabajo y el reposo nocturno es fundamental para corregir en la medida de lo posible las alteraciones en la estática y en la dinámica de la columna vertebral.



* El colchón debe ser duro y la almohada no demasiado alta.

* No se recomienda el uso de corsés y fajas ya que favorecen la inmovilización de la musculatura de la espalda empeorando la sintomatología.

* Es fundamental la realización diaria de gimnasia para fortalecer la musculatura abdominal y espinal.

* No son recomendables trabajos de carga y descarga, actividades agrícolas o ganaderas que sometan a una sobrecarga la columna vertebral.

* Evitar periodos prolongados sentado.

* Es conveniente levantarse y pasear cada cierto tiempo.

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Espondilitis Anquilosante ¿Qué es la espondilitis anquilosante? Grupo espondilitis.eu


Espondilitis Anquilosante
¿Qué es la espondilitis anquilosante?



La espondilitis anquilosante (su sigla en inglés es AS), es un tipo de artritis que afecta a la columna vertebral. “Anquilosante” significa “agarrotado” o “rígido”, “espondil” quiere decir “columna vertebral” e “itis” hace referencia a una inflamación. La enfermedad produce inflamación de la columna vertebral y de las articulaciones grandes, que a su vez provoca rigidez y dolor. La enfermedad puede provocar la erosión de la articulación entre la columna vertebral y el hueso de la cadera (la articulación sacroilíaca), y la formación de puentes óseos entre las vértebras de la columna vertebral, de manera que esos huesos queden fusionados. Además, también pueden fusionarse los huesos del tórax. Si bien no se conoce la causa de la AS, algunos investigadores le atribuyen cierto origen genético. Un gen denominado HLA-B27 se presenta en el 90 por ciento de las personas que padecen espondilitis anquilosante (AS, por su sigla en inglés). Sin embargo, muchas personas con el gen HLA-B27 no padecen AS.

¿A quiénes afecta la espondilitis anquilosante?

La espondilitis anquilosante, (su sigla en inglés es AS) es más frecuente entre la gente joven, de 17 a 35 años de edad, pero puede ocurrir en niños y adultos mayores también. La enfermedad afecta de dos a tres veces más hombres que mujeres jóvenes y tiende a ser hereditaria.

¿Cuáles son los síntomas de la espondilitis anquilosante?

Los síntomas de la AS tienden a aparecer y desaparecer por períodos de tiempo. A continuación, se enumeran los síntomas más frecuentes de la AS. Sin embargo, cada individuo puede experimentarlos de una forma diferente. Los síntomas pueden incluir:

*Dolor de espalda, que suele ser más intenso durante el descanso nocturno
*Rigidez por la mañana temprano
*Posición encorvada como reacción al dolor de espalda (al inclinarse hacia delante el dolor tiende a aliviarse)
*Columna vertebral rígida e inflexible
*Incapacidad de respirar profundamente, si las articulaciones entre las costillas y la columna vertebral están afectadas
*Pérdida del apetito
*Pérdida de peso
*Fatiga
*Fiebre
*Anemia
*Dolor en las articulaciones
*Leve inflamación de los ojos
*Daño de algunos órganos, como el corazón, los pulmones y los ojos

Los síntomas de la espondilitis anquilosante pueden parecerse a los de otras condiciones o problemas médicos. Consulte siempre a su médico para obtener un diagnóstico.

¿Cómo se diagnostica la espondilitis anquilosante?

Además del examen y la historia médica completa, los procedimientos para diagnosticar la espondilitis anquilosante pueden incluir los siguientes:

* Rayos X – examen de diagnóstico que utiliza rayos invisibles de energía electromagnética para producir imágenes de los tejidos internos, los huesos y los órganos en una placa.
* Velocidad de sedimentación globular (su sigla en inglés es ESR) – medición de la rapidez con la que los glóbulos rojos caen hacia el fondo de un tubo de ensayo. Cuando hay hinchazón e inflamación, las proteínas de la sangre se agrupan y pesan más de lo normal. Por eso, al medirles, caen y se posan más rápido en el fondo del tubo de ensayo. Generalmente, cuanto más rápido se depositan las células de la sangre, más grave es la inflamación. Las personas que tienen AS suelen tener la ESR elevada.
* Exámenes genéticos – realizados para determinar si una persona lleva una copia de un gen alterado para una enfermedad determinada; se suele detectar la presencia del gen específico (HLA-B27) en más del 95 por ciento de las personas que padecen AS.

Tratamiento de la espondilitis anquilosante:

El tratamiento específico de la espondilitis anquilosante será determinado por su médico basándose en lo siguiente:

* su edad, su estado general de salud y sus antecedentes médicos
* la gravedad del trastorno
* su tolerancia a determinados medicamentos, procedimientos o terapias.
* sus expectativas para la evolución de la enfermedad
* su opinión o preferencia.

No existe cura para la espondilitis anquilosante. Sin embargo, si se tratan los síntomas rápida y enérgicamente, es posible atenuar, e incluso prevenir, la incapacidad a largo plazo.

El objetivo del tratamiento de la AS consiste en disminuir el dolor y la rigidez, prevenir las deformidades y mantener un estilo de vida normal y lo más activo posible. El tratamiento puede incluir:

* Medicamentos antiinflamatorios no esteroides para disminuir el dolor y la inflamación.
* El uso de corticosteroides durante períodos cortos para disminuir la inflamación
* El uso de relajantes musculares y medicamentos para el dolor durante períodos cortos para aliviar el dolor severo y los espasmos musculares.
* Cirugía para reemplazar una articulación, colocar varillas en la columna o extraer parte de los huesos engrosados y endurecidos.
* Mantener una postura correcta
* Hacer ejercicio de forma regular que incluya ejercicios para fortalecer los músculos de la espalda.

Fuente: www.uamshealth.com

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