1/12/2018
Todo comienza con un dolor de espalda
que se asocia a una mala postura, una lumbalgia y este persiste a lo
largo de un año. Al acudir al médico son diversos los diagnósticos que
pueden enmascarar esta patología crónica que se engloba dentro de las enfermedades autoinmunes reumatológicas inflamatorias crónicas de la columna.
Los síntomas en un primer momento pueden variar pero la rigidez
debida a la inflamación es persistente y puede evolucionar hacia la
fusión de las articulaciones sacroilíacas. El dolor comienza por la
noche y despierta con pinchazos al paciente que acusa una incapacidad
importante para cambiarse de postura.
La evidencia clínica en las pruebas que le solicite el médico
reumatólogo reflejarán una sacroileitis bilateral y conformarán el dolor
crónico y sordo que refiere el paciente que puede haber sido confundido
en los primeros estadios con un dolor lumbar agudo o ciática. Este le
impide al paciente moverse con normalidad a lo largo del día, camina
despacio y no puede permanecer en pie. Los dolores cursan en brotes y
llegan a ser muy intensos; algunos bajan por las piernas produciendo
incapacidad a lo largo de varios meses.
En el caso de tener
sacroileitis definitiva en las radiografías el paciente acusará a lo
largo de los años brotes de dolor incapacitantes que le afectarán a la
columna vertebral. Esta enfermedad no tiene nada que ver con la edad ni
con el desgaste de las articulaciones sino con un trastorno del sistema
inmunológico del paciente.
El ataque provoca una inflamación de las vértebras que causa un dolor
crónico e incapacitante y sinovitis en las articulaciones. El avance de
la enfermedad puede dar lugar a la formación de hueso nuevo
(osificación) en la columna y puede soldar las vértebras entre sí
provocando una discapacidad sine die y una espalda en curva.
Para afrontar esta enfermedad crónica es necesario el apoyo familiar,
el entorno social y sanitario. Cuando avance es posible que el paciente
necesite rehabilitación para poder sostener los brotes, ayuda
psicológica por la incapacidad que le produce y comprensión dentro del
núcleo social en el que se desenvuelve.
Esta enfermedad evoluciona y puede afectar a los ojos y el paciente
puede desarrollar una uveítis, al intestino, al páncreas o al corazón
por el daño producido a los vasos sanguíneos. Existen pacientes que
padecen anginas de pecho, infartos de miocardio o infartos cerebrales y
el origen es la espondiloartritis. Las primeras manifestaciones clínicas
son el colesterol, el aumento de la tensión arterial, una obesidad
injustificada por el incremento de glucemia en la sangre y fatiga
crónica. La esperanza de vida depende de la evolución de la enfermedad
que no se puede evitar ni con un cambio de hábitos si bien es cierto que
mejora con el descanso, evitar el estrés continuado y el ejercicio
moderado para evitar la rigidez de la espalda y el movimiento suave de
las caderas para evitar que se osifiquen.
El manejo del dolor se realizará con antiinflamatorios no esteroideos
(AINE) que aliviarán los síntomas en la mayoría de los pacientes ya que
reducen la inflamación que es lo que lo produce. En el caso de
agudizarse esta se tratará con medicamentos anti-TNF o con inhibidores
del factor de necrosis tumoral (TNF) en el caso de no ser suficiente con
los anteriores. Esta enfermedad que es más común en hombres tiene una
etiología difusa si bien se le asocia a cuadros graves de estrés
continuado, por la genética si algún familiar lo padece o la presencia
del gen HLA-B27 en una analítica específica. Afecta menos a las mujeres y
siempre se asocia a pacientes de raza blanca.
FUENTE: https://periodistas-es.com/espondilitis-anquilosante-el-dolor-silencioso-114431
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Grupo espondilitis.eu pacientes y familiares con enfermedades crónicas reumáticas.
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